La meseta castellana

Son varios días que venimos caminando por la meseta castellana. Hacerlo en esta época del año es agradable: sol pero sin demasiado calor; clima templado en general aunque un poco de frío en las mañanas. Pero hay muchos que se saltan este espacio. Hay varios caminantes que conocimos que tomaron el bus en Burgos hasta León. En algunos casos, el tiempo escaso, que les «obligaba» a acelerar el proceso. En otras, no sé exactamente por qué.
Como en la vida, hay etapas monótonas, repetidas. No hay una Catedral de Burgos o de León a la vuelta de cada esquina. La vida es así. Lo ordinario ayuda a resaltar lo extraordinario. Cien conversaciones triviales hacen que aquella profunda se vea como tal; cincuenta jornadas rutinarias hacen que un día especial se descubra así; treinta almuerzos de «menú» hacen que la cena gourmet en el restaurante de moda se aprecie más.

No está mal la rutina. Es inevitable. Es el entramado de la vida en medio del cual aparece el milagro, la conversa iluminadora, la idea genial, el destello de la magia. Y no sabemos si estos nos deslumbrarán a la vuelta de la esquina, donde menos y cuando menos lo esperamos. 

Un comentario en “La meseta castellana

Deja un comentario